jueves, 29 de noviembre de 2018

Adriana y el Sacrificio




Adriana se levanta todos los días a las 4 de la mañana, prende la veladora del altar a Xulu  y a media luz se prepara todos los días. Se mete a bañar en una regadera que ya esta preparada con agua tibia, misma que calentó a punto de ebullición antes de dormir, calienta un poco de sopa y mientras come le reza a Xulu para llegar con bien, apaga la veladora sale de su casa con unos lustrosos zapatos y una mochila en la espalda. Adriana camina todos los días antes de que salga el sol, escala pequeñas mesetas y riscos, evita las zonas donde los animales salvajes pernoctan y las atraviesa en silencio con los zapatos en la mano.


Para cuando el sol se asoma y las pequeñas aves trinan Adriana apenas se encuentra a la mitad del camino, las pequeñas esquirlas de luz que se cuelan de los arboles le sudan la frente. Durante el trayecto solo puede pensar en lo bonito que sería tener un aéreomolinillo, así se ahorraría horas de caminata y podría apreciar el bosque desde las alturas, acompañarse de las aves que viajan al norte y contar las comunidades de “pajarreces” que siempre le acompañan en el altiplano.
Los pajarreces son enormes y bellas bestias mansas, con unos cuernos desproporcionados, unas plumas en la cola y un pico propio de su especie que habla de su pasado como aves. Nadie sabe cómo llegaron, tan solo se sabe que su carne es rica en proteínas y puede alimentar a 100 personas, es por eso que cada fin del verano un Pajarres es sacrificado para Xulu, y la comunidad lo come entero.


Pasado ya unos minutos las bestias se devuelven al mirar el frondoso bosque lleno de vida, una extensión a kilómetros de la ciudad, y es la que protege los pilares que amurallan la pequeña ciudad de Tzin, Adriana se dirige allá, y es por eso que debe caminar 3 horas hacia la escuela. Por eso piensa tanto en un aeromolinillo, que es una palo con rehiletes que viaja a grandes velocidades por los aires, si tuviera uno llegaría en 40 minutos sin mayor problema, no habría que ensuciarse los zapatos, pasar en silencio para no sufrir peligros ni levantarse tan temprano, el problema es que un inmenso lago recubre la periferia de su comunidad y el único modo de salir de ahí es rodeando el camino del agua.


Cuando llega a la escuela es recibida por todos sus compañeros recién bajados de su aereomolinillo, con la ropa limpia y los zapatos lustrosos, quienes ansiosos le preguntan cada día que paso de nuevo en el camino a la escuela, ella se sienta en el árbol de naranjos y con agudeza mental les retrata del como los pequeños azurines se pelean entre ellos para comer, sus compañeros emocionados vuelven al salón mientras que Adriana tiene que forzar la marcha para llegar al pupitre y descansar los pies.
Cuando entra al salón se quita la mochila y una sombra de sudor le envuelve la playera, a escondidas se quita los zapatos manchados con fango y descansa los pies para curarse los tobillos ampollados. Cuando el profesor llega Adriana tiene que permanecer atenta a la clase, y a pesar de que ama la escuela le es complicado concentrarse, siente que su cuerpo se apaga y su organismo prioriza en la necesidad de dormir más que en la de poner atención.
Cuando llega la hora del receso saca de su mochila un recipiente con frutos y carne de Pajarres con el cual comerá sin mucho ánimo, a pesar de que en su pueblo la comida es escasa. debido al festival del Dios Xulu, lleva ya 3 semanas comiendo lo mismo. Cuando ha terminado, se acurruca en el asiento y duerme por 10 minutos, efectivamente el sueño es reparador y le devuelve un poco las ganas de estudiar.


Los maestros adoran a Adriana, saben el sacrificio que tiene que hacer día con día y le tratan bien. Están entusiasmados acerca de sus motivaciones, y aplauden las altas notas que saca.
Y aunque se siente bien que los maestros entiendan su sacrificio, ese bienestar solo dura 10 minutos, cuando la presión de sacar buenas calificaciones para conservar la beca le inundan la mente.
Adriana se esfuerza para estudiar una carrera universitaria, se encuentra especialmente fascinada en la ingeniería civil, y le gustaría que su pueblo estuviera conectado en un puente, así se acortarían los tiempos y más personas como ellas no tendrían que caminar tanto.
Cuando la escuela termina Adriana se despide de sus compañeros y se acerca al mismo árbol donde cuenta sus historias a tomar una naranja, sin embargo esta vez no quedaba ninguna.
El camino de regreso es aún más pesado y se detiene por periodos para descansar.  Podría quedarse en la escuela, pero desafortunadamente la comunidad es muy estricta en ese aspecto, solo viven 80 personas, mismas que se dedican al cultivo de frutos y la exportación de pajarreces y flandues, la comunidad es preciosa y llena de flores, pero terriblemente pobre, los días son soleados y las estrellas se pueden ver inmensas cada noche, debido en gran medida a la prohibición de tecnología.




Cada tiempo, el gobierno le otorga a 3 jóvenes la oportunidad para asistir a estudiar a Tzin, hace 2 años Adriana salió seleccionada, y aunque el pueblo es muy severo se les permite la salida para “traer nuevos conocimientos”, las personas de la comunidad no suelen esforzarse en la escuela y mucho menos están interesados en salir de su hogar, cuando Adriana salió seleccionada en un primer momento la idea le parecía grandiosa, sin embargo hoy sufre cada día por poder atravesar el bosque.
Ese mismo sufrimiento desemboco en una pérdida de conciencia justo antes de llegar al altiplano.
Adriana cayó por un agujero profundo y se golpeó la cabeza, si bien ningún golpe pasó a mayores si se vio imposibilitada para poder salir de ahí debido a su debilidad y a sus ampollados pies.
Atrapada en un agujero en el bosque, sola, con la noche ganándole a la tarde. Adriana parecía no estar interesada en salir, ya lo había intentado todo y naturalmente el cansancio se comió sus motivaciones, No le quedaba más que prepararse para dormir y rezarle a Xulu, para pasar la noche.


Mientras descansaba y algunos animales de la noche rondaban Adriana se soñó en otra vida, una donde la gente del pueblo se encontraba dispuesta a salir a descubrir y adaptar las bondades de la tecnología, donde cerca de su comunidad se encontraba una escuela en todos los niveles posibles, donde todos tengan Aereomolinillos para desplazarse por el mundo, donde cada día al llegar a la escuela no la feliciten por hacer el sacrificio ni tener que contar historias de animales peleando. Donde las oportunidades sean iguales para todos, donde no se entienda la desigualdad romantizada y se le dé la seriedad debida para que menos personas como Adriana caigan de agujeros por querer alcanzar sus sueños.


Paso un día hasta que la comunidad y la escuela se vieran en la necesidad de buscarla.
Sus familiares guiados por lazarillos de fuego, sus compañeros que tanto esperaban sus historias y los maestros que tanto la querían en aeromolinillos buscaron por el bosque hasta que alguien dio con ella.


Cuando se despertó en el hospital de la comunidad escucho a algunos profesores hablar del gran labor y del sacrificio que hace día con día, y de cuan valiente es por imponerse para superarse, al momento de verla despierta su madre le pidió que dejara la escuela y se dedicara a trabajar en el pueblo en la cosecha de Jades, Adriana negaba con la cabeza hasta que su profesor alzo la voz. Durante 5 minutos el maestro insistió en que no abandonara la escuela. Pero solo recibía negativas de su madre, cansado de insistir salió del hospital y subió a su aereomolinillo. Adriana a lo lejos observo a los compañeros y profesores elevarse y despedirse de ella. El profesor junto las manos en la boca y le dijo; ¡No te des por vencida! Y se marcharon en su transporte que los llevara a sus hogares en menos de 40 minutos. Adriana sonrió un poco pero apenas lo hizo la sonrisa se le borro del rostro.
Fue ahí cuando Adriana entendió que sus profesores y amigos no entendían lo que sacrificarse significaba, y que intentar salir de la comunidad pasaba de hacer un sacrificio, a convertirse en uno para Xulu.

Dejo la cancion del dia:


Mucha Suerte, Yo del futuro.