"Junto a la hemoglobina
me fui, ya no sangro más...”
Motor Psico / Los Redondos
-¿Usted se considera una persona
sana? me dijo el médico con una inexpresiva cara señal de estar capturando
datos toda la mañana.
-Sí. Le dije.
-¿Hace cuánto no se enferma?
-Como 3 años. Repuse y él suspiro
cansado, me advirtió que la entrevista se pondría más personal e incómoda...
Y ahí estaba yo, empecinado a donar
sangre.
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Esta playera una señito me la vendió en 30 pesos y fue la mejor inversión que hecho en mi vida. |
Hace unos días una amiga del trabajo me llamo para saber si podía
donar sangre, lo pensé unos segundos y le dije que sí. Colgué la llamada
y me senté en el sillón, asustado por el compromiso. Es que no me gustan las
agujas, me dan miedo y siempre trato de evitarlas.
El tema no es nuevo pues mi
mamá sabe inyectar y siempre que nos enfermábamos recurría a ellas para
mejorarnos pronto, tengo espasmos de memorias de mi papá sujetándome entre sus
piernas con fuerza para que mi mamá pudiera intervenir. Es un mal recuerdo, que
se siente mal de pensarlo y ahora, traerlo a la realidad me provocaba más
angustia.
Imagínate que cuando me dio
dengue me sacaron una muestra y le vomite el zapato a la pobre enfermera. Su
zapato era de piel, recién boleado con nugget blanco, era bonito hasta que le
aventé la bilis amarillenta con una precisión inhumana. Ella sonrió y me dijo
que no me preocupara, imagino no era la primera vez que le tiran fluidos. En su
zapato, claro está.
Trate de no pensar en eso y el
viernes por la noche me llamo para confirmar, volví a decir que sí. Imagine que
el dolor de donar sangre no era mucho comparado con el de la persona que tenía
la necesidad de la misma, así que si podía donarla, lo haría.
Me costó trabajo dormir, me
desperté unas dos veces de sueños extraños que no recuerdo, hasta que dieron
las 6 de la mañana y pude levantarme.
Pasaron por mi antes de las 7 y
unos 5 minutos después estábamos sentados en unas incomodas bancas de plástico
en el segundo piso del hospital.
Había de todo menos
niños, adultos en su totalidad y en su mayoría hombres en silencio frente a una
sala que tenía un mostrador y una puerta en su frente.
Un hombre grito buenos días y
todos volteamos, era el trabajador que nos orientaría. Hablaba demasiado rápido
como para procesar sus palabras a las 7 de la mañana, de vez en cuando soltaba
un chiste y todos reían, al parecer le gustaba la comedia, cosa que pude
comprobar más tarde cuando con su compañero hablaban de Franco Escamilla y su
especial de Netflix. Conecto su bocina y puso música instrumental, que con el
paso de los minutos se convirtió en un bucle de "September" de Earth
Wind and Fire.
Nos formaron, y empezaron a
capturar nuestros datos uno a uno. Para ese entonces ya había pasado una hora y
aun no me retiraban la muestra. Tuve que esperar un poco más y cuando me
llamaron me senté en una silla en la habitación del frente, atrás del mostrador
junto a personas que esperaban también. Me coloco una liga con firmeza en
el brazo y me inyecto, puso un recipiente en la jeringa y vi como salía la
sangre. Fue horrible, debió durar unos 20 segundos pero yo los sentí eternos. Cuando
salí, tenía un dolor en la coyuntura y un algodón con alcohol cubriéndome la
herida.
Me senté y unos 15 minutos
después, el hombre se paró de nuevo y dio las instrucciones, el proceso y lo
que podía sentirse después de donarla, recalcando a los hombres decir cuando,
al momento de la extracción se sintieran mal, notificarlo, pues podían tener vómito,
mareos y perder el control de esfínter.
"Ay, no había pensado en
la popó". Ahora tenía más miedo, imagínense que con la muestra que me
sacaron me puse nervioso y la vez pasada vomitado. Ahora además de perder
sangre perdería el poco honor que me queda.
-No, esto no va a pasarme. Me
consolé y me fui al baño a retirar todo lo que llevaba cargando.
Un momento después llamaron a
personas para que se agruparan, no eran candidatos para la donación y los
devolvieron a su casa.
No me llamaron, entonces al
parecer todo estaba en orden y había pasado el primer filtro.
El hombre detuvo la música y
giro una pantalla y nos notificó que este segundo paso era el más tardado y duraría
un promedio de 3 películas. ¿Por qué eligió de unidad de medida una película?
pues fácil, conecto el HDMI y abrió Netflix, puso una película bélica y poco a
poco iban llamando a 5 personas para el segundo filtro; la entrevista.
La entrevista parecía
complicada, rechazaban a muchas personas. Unas de ellas eran dos hermanos que
devolvieron y no pudieron donar sangre para un familiar. La madre les
preguntaba porque y ellos en silencio pretendían desconocer.
Paso la primera película e
inmediatamente después puso la de Zohan, que horrenda película, no estuvo bien
ponerla, de hecho, bajo cualquier situación no es bueno ponerla.
Ya habían pasado tres horas y seguíamos
sentados en esas bancas que daban la sensación de alentar el tiempo, en
seguida, el enfermero nos llamó y no sentamos en unas sillas igual de incomodas
pero que daban al frente a las camillas que utilizaban para retirar la sangre.
Colocaron a un hombre de unos 55 años y lo picaron, la sangre empezó a correr
hacia una máquina que contoneaba la bolsa donde empezaba a llegar de un color
rojo oscuro. Me puse muy nervioso, y para colmo, al término de la película,
pusieron el especial de Franco Escamilla. Era como el infierno para mí.
No me gusta su comedia, es
simplona y complaciente, cae en los mismos lugares siempre, es el mismo hombre
que a través de la historia ha contado lo mismo por su privilegio masculino, no
se arriesga. Pero bueno, no vine aquí a hablar mal de él... Aunque debería.
Durante ese proceso me dieron
una caja grande de Boing de uva, la cual me bebí con rapidez.
Me llamaron y entre a una habitación
oscura con un médico de unos 28 años, ya completamente abatido de preguntar lo
mismo por horas, de darle luz verde a gente y de rechazar a otras.
Me advirtió que la entrevista
se pondría MUY incómoda, y así fue, cada pregunta era más íntima que la otra,
se sentía como si se metiera en mis entrañas y con una lupa escarbara en las
tripas para encontrar cualquier cosa.
Finalizo preguntándome si me había
metido con una sexoservidora. La verdad me dio risa, pensé que seguro uno de
los tantos rechazados se había revolcado con una honorable mujer de la noche, el
tomo mi risa como duda y nerviosismo, lo vi en sus ojos, y me dio pena, lo cual
empeoro las cosas.
-No, lo juro. Le dije.
Se tallo los ojos y me dijo que
era candidato, me dio una hoja con todas las respuestas de mis preguntas y procedí
a dárselas al hombre de las películas.
Olvide decirles que iba con un
familiar de la persona a la cual iban a operar y por eso necesitaban la sangre,
le dijeron que no. Así que me tome esta batalla más personal y decidí hacer
hasta lo imposible para darle medio litro de mí.
Me recosté y finalmente comenzó
a prepararme, encajo la aguja y no sentí nada, creo esta vez porque ya no
se trataba de dolor, sino de en realidad apoyar.
Me puso cinta para fijarla y
preparo el instrumento. La sangre salió.
Era muy oscura y brillante.
Al tiempo que salía, yo
apretaba y soltaba la mano, haciéndola puño y luego devolviéndola a su estado
natural, la sangre se mezcló con el anticoagulante y bailando se nutría en la
bolsa cada vez más llena.
Después de 10 minutos la maquina se paró y pito, el enfermero me pidió
que descansara 10 minutos y retiro todo. Me entrego una bolsa con un huevo
duro, una guayaba y una torta de queso con jamón.
Salí de la sala con la mano débil,
y un papel constancia de donador.
Me agradecieron mucho. Decían
que había hecho algo muy grande para ellos, pero en realidad había hecho algo más
grande para mí; le perdí el miedo a las agujas y al final, me regalaron un
desayuno completo que no estaba nada mal.
Durante todo el día me sentí
bien de poder ayudar a alguien y de comprender una noción de la vida de otras
personas que nunca había experimentado.
Perdí sangre, pero gane
corazón.... (Aaaveeeeda, pinche frase cursi que me avente.)
Dejo la canción del día...
Mucha suerte, Yo Donador del futuro.