Pero con todas esas inspiradoras alegrías del primer mundo no tendría el suficiente corazón para abandonar la salsa verde y toda su extensa variedad de comida, me sentiría triste en un helado país sofisticado sin el mariachi y las malas novelas, triste en noviembre sin un boche alfeñiques y semillas de girasol.
Pero a pesar de todo el folclore y las propiedades hay un México que de verdad me duele, un lugar donde reina la doble moral, la discriminación, la impunidad, la incompetencia, la violencia y que gradualmente se ha estado yendo a la mierda.
¿Pero porque no nos encargamos de la basura humana y nos encargamos de depurar el país?
Fácil, no quedaría ninguno de nosotros...
Exigir y criticar en el monitor o en un estúpido blog no nos hace mejores si en la vida real agachamos la cabeza y recibimos el golpe con la débil esperanza de que el de allá arriba nos mejorara cual Houdini la vida.
Y tristemente no podemos depositar el destino de un país en una fe ciega, necesitamos movernos.
No generalizo sin querer, porque los pocos valientes que si quieren mejorar su nación están siendo asesinados de uno en uno, y este barco se terminara por hundir con todos nosotros si ante un delito cerramos la cortina y fingimos que no paso nada.
La esperanza de Dios murió hace mucho tiempo, pero el nos dio una boca y con eso sobra.
Mucha suerte, Yo del futuro
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