CAPITULO 5
OCELOTE
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Cuando cayó la noche y la luna iluminaba con claridad la
oscuridad, una pequeña lluvia entro como si no estuviera la cúpula, José estaba
en el balcón mirando el cielo, aun no se entendía como una protección
irrompible podía dejar que la lluvia pasase, el ambiente se sentía seguro, como
resguardado por sus padres. Tenía muchas preguntas acerca de Cuauhcue, pero no
podía enterarse de ellas hasta mañana, así que tomo asiento y desde el jardín
olio el aroma de la tierra mojada acompañado de las risas de Ayelén con su
Cacomixtle. La miro con amor y se propuso hacerla feliz por siempre, empeñado en
evitar que volviera a sufrir de la misma manera como cuando Nana se fue.
-Hola águila, no sé si deba ponerte un nombre, pero siento
que debo. Toco su cabeza y pensó en un nombre adecuado. – Cuando estaba en la
preparatoria Sali con una chica llamada Natalia, siempre que salía de las
clases de Karate llegaba a su casa y me recibía un perro enorme, de Natalia no
puedo decir muchas cosas, pero su perro era encantador, cuando corte con ella
solo podía pensar en su chucho. ¿Y sabes cómo se llamaba? Supremo, así, como lo
escuchas, el perro se llamaba Supremo y quiero llamarte así, si no te molesta.
El águila creció un poco y recargo la cabeza en el pecho de
José.
-Entonces Supremo serás.
- ¡Papá! ¡Mira! ¡Jonito se hace cada vez más pequeño!
- ¿Se llama Jonito tu Kone?
-Jonah
-Debe ser porque tienes sueño, metete a bañar. Hoy fue un
día pesado, mañana iremos a la rotonda y hablaremos con los maestros para que
entres a clases.
- Si papa, ¡estoy emocionada!, Cuauhcue parece divertido.
-Y como no, por la mañana dejamos la ciudad y ahora tienes
un pueblo nuevo por descubrir en compañía de un Cacomixtle.
-Jonito papá.
Por la mañana la señorita Regina toco la puerta, el
movimiento en el pueblo era un vibrante cóctel de sonidos de animales y gente,
y la luz se encajaba en las rendijas despertándolos.
-Señor José, estamos esperándolo en la rotonda, las demás
consejeras quieren conocerle.
José salió de la casa con la misma ropa del día anterior,
le pidió a Regina que entrara y le diera 10 minutos para bañarse y estar listo,
regina encendió una estufa que no tenía ningún tipo de conexión con
electricidad y gas y preparo un té de Damiana en conjunto con una olla de
frijoles y tortillas azules.
-Oiga señorita Regina, ¿cómo es que se perdió un niño aquí?
-Aún no lo sabemos, las personas de la rotonda hemos intentado
por mar y tierra, incluso orándole a la divina deidad, pero no encontramos
nada. Creemos que salió de Cuauhcue con algún tipo de intervención.
- ¿Ha sucedido eso?
-Solo una vez, con un cura que era perseguido.
-Eso me deja más dudas.
-Prometo contárselas, pero por ahora no tenemos tiempo,
debemos llegar rápido, coma por favor, mi Careni esta emocionado de que lo
monte.
- ¿Puedo llevar a Ayelén?
-Le suplico que no, no es conveniente.
Ayelén se quedó dormida mientras José y Regina montados en
el Kone cara de niño recorrían el noroeste de la ciudad. Las personas miraban a
José con impresión, era un hombre corpulento con una barba castaño clara y una
nariz grande, resultaba poco familiar su cara y no paraban de señalarle cuando
pasaba por las calles, no podía ser más incómodo el momento, sobre todo en los
espacios donde la gente se concentraba.
Llegados a la rotonda Ámbar y las dos consejeras esperaban
en la entrada, entonces empezaron a murmurar.
- ¡Este hombre es enorme!
-Mira el color de esa barba, ¿será que quiere conquistarnos
como aquellos españoles?
-A mí no me molestaría en lo absoluto.
- ¡Vanesa, Quetzal! - Respondió Ámbar molesta. -Mas respeto
por favor.
José bajo y saludo de beso a las 3 consejeras, Quetzal y
Vanessa se zangolotearon y siguieron a Ámbar con rumbo a conocer a Ocelote.
Ocelote era la gobernadora de Cuauhcue, una mujer de
carácter fuerte y de proezas sociales impresionantes, vestía como una mujer
ejecutiva de los 80s, mantenía siempre una excelente postura y unos ademanes
elegantes, Ocelote no debía de medir más de 1.60 metros, de complexión delgada
y pelo corto, era una mujer atractiva y segura, con un maquillaje cargado que
le daba énfasis a la mirada. Todos en Cuauhcue la respetaban, sin embargo,
durante el último mes tuvo una situación que había repercutido en su ánimo y se
mostraba más ansiosa y melancólica, cosa que José noto recién llego a su
oficina.
La oficina era una pieza espaciosa con anfibios de barro en
las paredes, muebles de cedro colorado con estilo rustico mexicano, y un enorme
ventanal que mostraba la pradera y el lago de una manera preciosa, era como un
cuadro con los contrastes saturados.
-Bienvenido señor José.
-Muchas gracias, gobernadora.
-Toma asiento, por favor. Quetzal, ¿Puedes traerme los
materiales de José?
Quetzal corrió hacia las escaleras y llamo a Regina y
Vanessa, Ámbar cerró la puerta.
-Le pido una disculpa por el tedioso tramite de entrada,
pero no podemos vulnerar la seguridad de mi gente.
-No se preocupe, entiendo.
-Pero ahora que esta adentro le doy la bienvenida a
Cuauhcuetzpalin, ¿cómo se ha sentido?
-Llegue ayer apenas cayo la noche, han pasado tantas cosas,
resulta que tengo un águila real como Kone, no está aquí, se quedó en casa.
-Muy bien, le voy a comentar cuál será su trabajo. El señor
Evaristo antes de partir dejo a la mitad la restauración del gran mural de la
escuela. Es importante que lo restaure antes de la celebración de la Divina
Deidad, tiene el tiempo suficiente. Sobre su paga tiene acceso libre aquí,
puede consumir lo que guste sin problemas, afuera, generara una cuenta de
ahorro que le será entregada una vez abandone Cuauhcue.
-Guau, no pensé que fuera tanto.
-No se dan mucho las visitas aquí, Evaristo dejo una gran
huella y embelleció gran parte del pueblo, por eso era tan bien recibido, y
queremos que usted también lo esté.
Quetzal entro y en una maleta cosida a mano le entrego los
materiales hechos a base de lo que se producía en el lugar, José los miro maravillado
por su detalle y volvió a la conversación con Ocelote.
-¡Muchísimas gracias, no la defraudare!
-Sabemos que no… Otra cosa, los horarios de restauración
coinciden con el horario escolar. Esto se hizo con la intención de que pueda
vigilar a los niños, queremos evitar otro incidente, por favor si ve algo o
alguien extraño notifíqueselo a su consejera. Todo cuenta.
-Estoy enterado, lo haré con gusto, no imagino que pasaría
si perdiera a mi hija.
Ocelote, se detuvo un momento y giro su asiento al hermoso
ventanal, limpio su voz y continuo.
-Y donde está su hija.
-En casa.
- ¿Por qué no vino?
-La consejera me pidió que no la trajera.
Repentinamente el ambiente cambio de golpe, Ámbar y Quetzal
salieron de la habitación y Ocelote giro su silla de vuelta a José,
-Escuche señor José, el niño que está perdida es mi hijo
Konetl, no quiero guardarle secretos y que se entere por otras personas. Estoy
desesperada buscándolo, pero no tenemos pistas de nada, simplemente salió hacia
la escuela y nadie lo ha vuelto a ver. No sabemos qué hacer, estoy devastada y
no puedo permitir que esto suceda de nuevo, si sabe algo acerca de Konetl o de
alguna conducta sospechosa venga hacia mí, póngase en mi lugar.
-Entiendo.
José salió con una incomodidad enorme, Regina le siguió también,
pero con los ojos hacia el suelo, ambos guardaron silencio hasta que llegaron
al cara de niño. José temblaba un poco, sentía una responsabilidad adicional
que ahora le importaba más que el mural, La idea de perder a Ayelén le
aterrorizaba de solo pensarla, imaginarse tener todos los medios como Ocelote y
no obtener respuestas era una pesadilla cercana. Según supo tiempo después Konetl
tenía casi la misma edad que su hija, y perfilaba a ser un Bendecido de la
Deidad, debido a tener comunicación con la Gran Iguana e incluso poder
verla. Un joven tan prometedor para la
forma de vida en Cuauhcue que simplemente desaparece sin dejar rastro le daba
vueltas en la cabeza.
-La Divina Deidad quiere que sepas que Konetl está bien,
deja de pensar tanto.
- ¿Que?
- La Gran Iguana lo sabe todo.
- ¿Ya le preguntaste donde esta?
-Soy una consejera, no puedo hablar con ella, solo
escucharla un poco, pero, aunque pudiera no tendría éxito.
- ¿Por?
-Ocelote puede comunicarse con ella, y ni a ella le ha dado
el paradero, parece que tiene bajo control este tema.
-… Un esporádico silencio se interpuso en la conversación,
le costaba entender la situación, no solo de la desaparición sino del entorno
entero.
Ambos subieron a la cara de niño y José le pidió a Regina
que le llevara con Ayelén, pero esta le comento que Ámbar había pasado por ella
para llevarla a la escuela y que tendría la tarde libre, así que decidieron
visitar el centro del noroeste.
-Señor José, tengo la necesidad de llevarlo a la fonda de Xóchitl.
- ¿Comer? Me gusta la idea.
- ¿Competencia de sopes?
-Ay Regina, ¡tú me agradas!
El centro del noreste era un lugar hermoso, lleno de
adoquines que ramificaban a negocios locales, principalmente de comida debido a
que gran parte de las personas que lo visitaban eran trabajadores. Las
construcciones estaban hechas de madera de cedros y guardaban un aroma
característico, uno de esos era la fonda de Xóchitl y Ronnie. Un matrimonio
compuesto por una Cuauhcuense y un hijo de españoles-polacos que resulta ser el
número 9 en poder entrar.
Sentados una vez en la mesa del exterior comieron hasta
hartarse, cuando llego la hora de la cuenta Ronnie se acercó a José para
pedirle un retrato, era extraño que en un lugar donde los metales no se
aceptaran hubiera la capacidad de tomarse una foto, sorpresa fue el saber que
la cámara era un antiguo comerciante llamado Adolfo, quien tenía una capacidad
para memorizar rostros, este se sentó y los miro por un minuto, de arriba
abajo, observando los pliegues de la ropa, los dientes que se asomaban en las
sonrisas, la abertura de los ojos y todo tipo de detalles que servirían para
realizar la pintura, Adolfo era también un monero y con gusto realizo el
trabajo. Ronnie le mostró a José el retrato del señor Evaristo, cuando lo miro
observo las arrugas y las manchas de las manos, eran exactamente las mismas. El
trabajo del monero era tan preciso como el de las restauraciones de su maestro,
así que pensó en el durante unos segundos y volvió con Regina al exterior.
-¿Sabías que no me cobran la comida y por eso me invitaste
a comer? – Regina sonrió y volteo hacia el centro, cambio la conversación y le
pregunto como si su pregunta no hubiera existido.
- ¿Qué hay de ti, donde esta tu esposa?
-Oh, ¿así que por ahí vamos? Está bien. Nunca tuve una.
-No me mientas, ¿Quién es Nana?
-No quiero hablar de eso, mejor háblame de ti.
- ¿De mí?
-Si, de tu pareja.
-Bueno, no tengo. Recién corte con Mictlán, era un patán,
resulta que lo encontré visitando la isla del norte, ¿Con que intenciones haces
eso? Imagino me estaba engañando con otras. Lo peor de todo es que me dejo sola
para el evento de este fin de semana.
- ¿Qué tipo de evento? ¿tu boda?
-No, la reunión de Muxes. Y seguro estará ahí, con otra
tipa.
- Lamento oír eso, pero no te preocupes ya vendrá alguien.
-Como la canción.
- ¿Cual? -Regina tomo sus manos y las puso simulando tener
una guitarra, moviendo los dedos emulando unos acordes que en su posición le
permitían a José entender el sonido sin siquiera oírlo, Aclaro su voz con un
sorbo de pulque y canto un poco
”
Ya vendrá alguien a curarte del amor,
Que
este en la sombra, o en la luz
En
el rocío del beber de la hoja del pirul.
Arrópate
yolotl, y no guardes rencor,
Llamándote al aire ¿keni kasan ti istok?”
-No la conozco, pero si tuviera mi guitarra la aprendería.
-No te preocupes, es hora de irnos.
Cuando volvieron camino a casa, la gente insistía en
señalar al hombre de la barba haciéndolo sentir avergonzado. Pero esta vez tomo
el valor y saludo a cada persona que lo saludo, el paseo se volvió más ameno y
por momentos cuando se tenían que detener aprovechaba para presentarse, la
situación se volvía una locura pues al conocerlo las personas se le acercaban y
tiraban de su barba para comprobar que era real, José no tuvo más remedio que
reírse y continuar hasta el final.
Cuando llegaron a la casa José se despidió pero no se
metió, opto por quedarse en el marco de la puerta y llamar a Regina, quien
apenas subía a su Kone.
-Regina, si así lo quieres puedo acompañarte.
-Ya es tarde señor, su hija no tarda en venir, tengo dos
consultas hoy, son algo privadas, no lo puedo adoptar como Kone.
Sonriendo cruzo sus brazos moviendo la cabeza en señal de
negación y le contesto. -Me refiero a tu reunión.
Regina se ilumino y su cara de niño se volvió enorme,
corrió a abrazarlo y le agradeció por el gesto y la comida, parecía que le
había arreglado la vida, como si le hubiera quitado un enorme peso de encima,
Regina camino lentamente hacia su Cara de Niño que ahora media dos metros de
alto. La emoción le impidió irse y tuvieron que quedarse a esperar que la
euforia pasar para poder montarlo. Una vez el Kone volvió a su tamaño, se
despidieron de lejos ondeando sus manos y seguido de eso partió. José volvió a su
casa halagado, y detrás de él su águila real que ya era de su misma estatura,
el animal se pavoneaba agitando las alas tirando algunos cuadros y jarrones,
estaba contento y subió al cuarto para esperar a su hija. Se miro en el espejo
de su habitación y se dijo.
-Espero no arrepentirme de esto. -Y se tiro a su cama.