jueves, 25 de abril de 2019

CAPITULO 2 "EL CONSULADO DE CUAUHCUE"


CAPITULO 2

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-Bienvenidos al consulado de Cuauhcue, por favor entren y tomen asiento, ¡hemos estado esperándolos!
La cabaña lucia peor en su interior. Estaba roída y visiblemente deteriorada, por milagro parecía sostenerse. Estaba compuesta por 2 sillas rusticas, una mesa llena de polvo y algunos folletitos amarillentos. En las paredes se encontraba una puerta y en la siguiente unas cortinas cubriendo algo.
Los recibe recién han llegado una persona muxe, que viste un vestido sin mangas color negro, repleto de insectos bordados, y un tocado en la cabeza de flores recién cortadas.
- ¡Mi nombre es Regina! Y mi responsabilidad es informarle sobre los usos y costumbres de nuestro bello pueblo.
-Muchas gracias señorita Regina.
-Señorita? Papa, tiene la marca del bigote, es un señor ¿Que no le ves las patas?
-¡Aye!... ¡Lo lamento mucho, ella no tiene ni idea! - responde José enrojecido con la cabeza hacia abajo.
-No se preocupe fuertecito, ese es mi trabajo- Regina se inca y toma de la mano derecha la mano de Ayelén. – ¡Me presento contigo! Mi nombre es Regina, y soy Muxe, te preguntaras. ¿Qué son Muxes?
-Todavía no…
-Somos personas que nacemos como hombres, pero vivimos como mujeres, si me lo preguntas, yo me siento como una.
-Luces como una… De lejos- resuella y Regina ríe un poco terminando la conversación para dirigirla con su padre.
-Una disculpa, mi nombre es José, vengo a suplir el trabajo de Evaristo.
-Claro, todos sabemos quien eres, y queremos que el mural de la escuela este listo antes de la celebración.
- ¡Cuenten con ello!
-Para poder entrar necesitan dejar todas las cosas de metal, en Cuauhcue se prohíbe el uso de metales. –
El silencio surge imparable, José guarda silencio, Ayelén le mira con duda y le responde a Regina.
-Tenemos en las maletas algo de metal que quisiéramos conservar. -
-Lo lamento mucho, pero tienen que dejarla aquí, tienen casilleros y sus pertenencias estarán muy bien cuidadas.
En las roídas cortinas se encuentra oculta una enorme caja fuerte, contrasta con el ambiente pues aun cuando la cabaña parece caerse en cualquier momento la caja luce fuerte y brillante, como si alguien la limpiara con regularidad y protegiera con su vida lo que hay adentro.
-No te preocupes Aye. Aquí estarán a salvo
-Pero papa, prometiste tenerlas junto a ti.
-Si, pero aquí estarán mejor, imagina que alguien entra a tu habitación y te deja una tortuga.
-Estaría muy molesta, odio las tortugas, son viscosas, torpes y se esconden todo el tiempo.
-Bien, para ellos el metal es como las tortugas, tenemos que ceder, solo será un tiempo. - Finaliza despeinándola con delicadeza.
-Bien, pero escúchame bien señorita Regina, ocupo que las cuides con tu vida, si algo les pasa te las veras conmigo.
-No te preocupes chiquitl, tienes mi palabra.
-…-
Ayelén debe quitarse los zapatos y usar sus botas con su chaqueta de botones de plástico, mientras que José deja un cinto, las maletas y una pequeña urna con el nombre grabado de Nana en plata reluciente.
-Oh, no tenía ni idea- responde regina mirando la urna de cenizas.
-No te preocupes, confiamos en ti.
Al abrir la caja fuerte de reojo se pueden ver casilleros enormes con algunas cosas guardadas, llaves de autos, ropa antigua y las herramientas de trabajo del señor Evaristo.
-Me dijeron que no me preocupara por los materiales, ¿aquí me darán unos nuevos?
-Así es, pero dentro en la Rotonda.
-Muy bien
Por favor síganme por este pasillo-
Regina los conduce por una pasillo enorme formado por barro con dinteles de madera que cuelan la luz por sus pequeñas aberturas.
-¿Han oído hablar de los Kones?
-¿Que?
-Kones, sus hijos-
-Tengo 9 años-
-Jajajajaja, mejor no se los cuento. Conozcan a mi Kone.
Casi en la frontera a punto de entrar a Cuauhcue una sombra con movimiento se rechina contra algo. -
-¡Careni, ven pa´ca!
La sombra camina crepitando sus patitas con el suelo volviéndose a medida que se acerca más grande.
- ¡Este es mi Kone!, un Cara de niño!
- ¡Ay! Esta horrible-
- ¡Papa!
-No se preocupen, es difícil de mirar las primeras veces, pero ya se acostumbrarán… Tienen que.
-¿Eso es un Kone?
-Si, al momento de nacer engendramos al nuestro, es un compañero de vida. Ustedes también lo tienen, pero solo se materializa cuando están cerca de la protección de las deidades.
-Yo no veo el mío.  Dice Ayelén girándose para todos lados.
-Necesitas sublimarte primero. Luego lo harán. ¡Por ahora suban!
-No, no, ¡¡no gracias!! ¡¡Yo paso!!
-Papa, no seas zacatón, ¡yo si me subo!
-¡Además esa cosa ni nos aguanta! – José grito tratando de ocultar su nerviosismo.
- ¡Los Kones varían de tamaño según las emociones y motivaciones de sus compañeros, pero si tú te subes se va a hacer más grandote!
José cargaba con un morral de sus pertenencias desarregladas, observo el camino que restaba y no tuvo otra opción que en la idea de subirse al Cara de niño. Así que se armo de valor y detrás de una Ayelén emocionada se subió al animalito que rápidamente duplico su tamaño.
-En Cuauhcue no tenemos carros. Nuestras motivaciones nos manejan todos los días.
El cara de niño apresuro la marcha y con nulo respeto por quienes lo montaban encendió una carrera a la cúpula que cada vez brillaba más.
-Agárrense bien! ¡Atravesar la cúpula es como pasar por cartílago remojado!
Ayelén se hizo bolita y José la cubrió con su cuerpo, pero el tirón de la entrada los llevo hasta la cola del animal, quien chillo agitándose con violencia. La entrada a la cúpula era una gelatina densa, al atravesarla se partía y rápidamente se regeneraba, era una sensación tan extraña que provocaba mareos y una ceguera temporal.
Llegados al interior de Cuauhcue y con la visión deshabilitada, Regina los recostó en lo que parecía un campo. Les pidió que no abrieran los ojos y encendió un incienso que olía fuertemente a cilantro.
-Esto que estoy prendiendo es una aclimatador, ¿Han visto cuando cambias a unos peces de pecera y tienen regular el agua para no incomodarlo?
-Si.
-Aquí es lo mismo, estoy alineando sus cuerpos al ecosistema de Cuauhcue, les presento sus cuerpos a la deidad y oro por su nueva vida.
-Gracias, pero ¿podemos abrir los ojos?
-No podrán abrirlos hasta dentro de un tiempo.
Regina les coloco vendas y los monto a un carruaje impulsado por lo que parecía oírse dos jabalíes.
-Los veré mañana, descansen.

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